Juan Antonio Masoliver, poeta, novelista y crítico Tendencias de Cultura

Conocí al poeta, novelista y crítico. Juan Antonio Masoliver la primera vez que vine a Londres, en 1981. Su generosidad me ayudó, desde el principio, a adentrarme en esa ciudad que ha sido una de mis patrias, y su cultura, a la que he correspondido desde entonces. De ahí salió The Lamb’s Generation, la antología de poesía británica que hice con Carlos López Beltránconsiderada la mejor selección de poesía que existe sobre mi generación en aquellas islas, y La construcción del poeta moderno, el estudio que realicé sobre TS Eliot Y Octavio Paz. Sin la vida de sus pubs y sus cervezas, a la que me introdujo Masolivermi pensamiento no sería lo que es.

En cada nivel del metro de la acera,

nos conocimos, gracias

a su discreción y cortesía

y al dejo de sal de su hosquedad

en una floritura hecha de patrones

te ves a la ligera. Dos o tres conocidos anclados al principio

la tensión de las velas y así zarpamos.

Después, casi todo iría viento en popa.

Sal a navegar cada diez días

a ver que pescamos

en el océano de la conversación.

Me recogería en mi casa en Kilburn,

e hicimos el viaje en su carro,

como prólogo acordado.

Dos candelabros en Hampstead nos hicieron compañía.

Fuimos en obstinada contingencia.

Compartimos una pinta y un segundo más,

que religiosamente pagó por ellos.

Entonces, sin abandonar el salvavidas del vaso,

mi parte en la amistad, dos medias, le pedí,

y así nos fuimos, dando ese dar.

Sin nervio ni ventaja, yo, sin ton ni son,

Me retrasé todas las tardes entre salir y no salir,

en un aleteo

Un lance de ancla de angustia

como algas arrastradas a la playa

Me impedía avanzar, mi vientre pegado a mis frutos por dentro,

agitado en la violencia,

mientras esperaba. Y así ella salió

siempre volviendo al pie de la noche

feliz, satisfecho,

para continuar mis días de colcha ya tapada.

La amistad está hecha de pestañas y fibras y uñas.

Del mortero dúctil de la miopía y la persistencia.

Una chaqueta alta y algunas manos en los bolsillos.

esperando, ahí están. Luego el viaje al pub

y la espuma de encaje dorado de la cerveza

amargo a dulzor y daguerrotipo.

Me siento a ver el mar con él en El Masnou,

como si fuera Brighton.

Desde ahí escaneamos esos espacios abiertos,

los ahumaderos de los pubs, despedidos

en el esfuerzo de uno y otro por entender de qué se trata

estar aquí, en esta vida.

CAMARADA

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