Entre las cosas que se han hecho bien en este gobierno, se destaca el trabajo en el área de salud mental. La salud mental en México estaba, antes de este gobierno, patrimonializada, desorganizada, desarticulada y prácticamente abandonada, a excepción de algunos hospitales especializados en los que se concentraba el presupuesto. El diálogo entre el gobierno, la sociedad civil y la comunidad de salud mental también se rompió o fue, al menos, distante y basado en la desconfianza. La idea que articulaba el sistema surgió de una buena intención que surgió en la alternancia partidista: cambiar el modelo de asilo de atención en salud mental que tenía, en sí mismo, poca cobertura y no facilitaba la integración en la sociedad de quienes presentaban cuadros clínicos complicados. , pero todo lo contrario. El Modelo Miguel Hidalgo surgió en 2002, supuestamente inspirado en la reforma psiquiátrica de Italia y España, con un discurso progresista que enfatizaba el cuidado comunitario y la inserción social, pero su implementación fue desastrosa y produjo, en consecuencia, resultados muy exitosos. diferente. Al frente de los servicios psiquiátricos se instaló, entre otros y durante casi dos décadas, Virginia González Torres, cuya salida del Consejo Nacional de Salud Mental fue celebrada por la Asociación Mexicana de Psiquiatría. El instrumento para la reintegración comunitaria de las personas con sufrimiento fueron los llamados pueblos de transición, que terminaron reproduciendo las antiguas prácticas de asilo, pero que se quedaron así porque le dieron a un grupo una clientela política cautiva que llegó a movilizarse sin vergüenza. También hubo escándalos de corrupción y cada vez más protestas de médicos y pacientes en el sistema.
Un equipo transdisciplinario liderado por Juan Manuel Quijada —director general de Servicios Psiquiátricos del país— ha iniciado un cambio radical, un cambio generacional que ha favorecido a psiquiatras, psicólogos y especialistas en salud pública a iniciar un nuevo modelo y alejarse de la finca en 2002 y que nunca logró consolidarse en buenas prácticas o resultados. La estrategia para sembrar un verdadero sistema nacional de salud mental ha sido audaz. Se trata, en principio, de formar comunidades sanitarias y de que el personal de enfermería y los médicos generales puedan identificar enfermedades, canalizar y, en su caso, prescribir psicotrópicos o acercar a las personas a otras formas de manejo, siempre con apoyo científico. ansiedad, depresión, uso de sustancias, psicosis o cualquier otra condición de salud mental que cause problemas. El cambio se dice pronto y fácil, pero es alentador para los millones de mexicanos con problemas de salud mental sin acceso a servicios psiquiátricos (solo hay unos 4,500 psiquiatras y la mayoría se concentra en los barrios privilegiados de las grandes ciudades) y sin elementos para autocuidado. Hasta la fecha, con el modelo del equipo de Quijada, se ha capacitado a 3.500 trabajadores de la salud para identificar afecciones de salud mental y tratar casos leves y moderados. El próximo año, ese número se puede multiplicar por 10. El esfuerzo aún es pequeño frente al desafío, pero ha iniciado el camino para cerrar la brecha social en la atención de la salud mental.
Gibran Ramirez Reyes
@gibranrr