Ayer, el precio del peso frente al dólar, expresado en el llamado tipo de cambio fijo, fue de 19,93 pesos.
La administración de López Obrador comenzó con un precio de 20,37 pesos por dólar.
Es decir, en los dos años, 9 meses y 10 días que llevamos en este sexenio, ha habido una apreciación del peso frente al dólar de 2,16 por ciento.
Este resultado es uno de los que más valora López Obrador.
Es un creyente en esa frase de los tiempos en que teníamos un régimen con paridades fijas y con un banco central que dependía del gobierno. Luego se dijo: “El presidente que se devalúa a sí mismo se devalúa”.
No es el único que lo cree. Millones de personas también lo hacen.
Debido a nuestra historia e idiosincrasia, la relación entre nuestro peso y el dólar se asume como un indicador de salud económica.
Aprendimos, a lo largo de la historia, que las grandes devaluaciones siempre estuvieron asociadas a crisis económicas que significaron una gran pérdida de puestos de trabajo, ingresos y bienestar.
Y, por el contrario, no hemos internalizado que la estabilidad relativa del tipo de cambio no siempre puede estar relacionada con el crecimiento económico y mejores condiciones de vida.
El presidente López Obrador sabe que la estabilidad del tipo de cambio no solo ayuda a la economía, sino también a sus aspiraciones de que Morena continúe en la Presidencia de la República.
La mala noticia para él es que, en las circunstancias actuales, la paridad de nuestra moneda frente al dólar no solo depende de decisiones internas, sino también –y sobre todo– de hechos que escapan a nuestro control.
Un paquete económico equilibrado, como el presentado al Congreso el miércoles, ciertamente ayuda a preservar la estabilidad.
Pero, está lejos de estar garantizado.
Los Criterios Generales de Política Económica estiman que terminaremos este año con una paridad de 20,20 pesos por dólar y que, para fines de 2022, estaremos en 20,40 pesos.
A todos los efectos prácticos, asumen un tipo de cambio estable.
Pero incluso su horizonte de mediano plazo, para los últimos tres años de este sexenio, implica ajustes menores, concluyendo 2024 con una paridad de 20,80.
Si este fuera el caso, tendríamos una depreciación en toda la administración de AMLO de solo 4.3 por ciento.
Pero la realidad es que el riesgo de atravesar un nuevo episodio de inestabilidad antes del fin de este gobierno es alto.
Y no tiene nada que ver con López Obrador, sino con la forma en que los bancos centrales del mundo volverán a algo que podría llamarse “normalidad monetaria”.
Esto significa frenar la creación excesiva de dinero que se ha producido en estos meses.
Por ejemplo, en Estados Unidos, la cantidad de dinero en circulación medida por el llamado M2, fue en diciembre de 2019, 15,5 billones de dólares. Los datos más recientes son 20,7 mil millones.
Esto significa que, en menos de 21 meses, se han puesto en circulación 5,2 billones de dólares. En el pasado, un crecimiento como este requería 7 años.
Dado que la creación de dinero es limitada en el futuro cercano, probablemente veremos un aumento en las tasas en los Estados Unidos que podría funcionar como un “agujero negro” en términos financieros y atraer volúmenes desmesurados de recursos que actualmente se invierten en mercados emergentes, incluso en México.
Y, si esto sucede, ni las reservas internacionales ni el apoyo del FMI serán suficientes para detener el impacto, que traería una depreciación de nuestra moneda.
Eso sí, existe la posibilidad de que todo esté muy ordenado y no se produzca este golpe a nuestra moneda.
Pero, las vivencias de ocasiones anteriores y el volumen inédito de recursos que se han inyectado, nos hacen pensar que el escenario más probable es el de un ajuste brusco, sin poder anticipar el momento y la dimensión precisos del ajuste por ahora.
Sin embargo, es probable que esto ocurra antes de 2024.
Este entorno va a provocar insomnio entre quienes creen que una moneda estable es símbolo del éxito de una administración presidencial.